En las últimas décadas, el cuidado y la salud de la piel se ha convertido en una parte imprescindible en la rutina de cuidado personal de muchas personas. Y es que la dermofarmacia ya ha dejado de ser un término desconocido para muchos consumidores y dermatólogos. Ahora bien, ¿sabes en qué consiste y qué beneficios aporta? En este post resolvemos todas tus dudas. Y recuerda que puedes ampliar tus conocimientos en este ámbito a través del curso en cosméticos y dermofarmacia.
Índice de contenidos
¿Qué es la dermofarmacia?
Según la Real Academia Nacional de Medicina, la dermofarmacia, también conocida como dermocosmética, es una disciplina científica y rama de la farmacia que se encarga del estudio y producción de productos para aplicación tópica, tanto cosméticos como terapéuticos.
Así pues, la dermofarmacia es una disciplina que se encarga del cuidado de la piel, combinando la cosmética y la dermatología. Los productos dermofarmacológicos inciden en las capas más profundas de la piel, pero no se consideran fármacos como tal.
Historia de la dermocosmética
En primer lugar, debes saber que el término “cosmético” proviene del griego y significa algo como “relativo al adorno”. Además, el prefijo “dermo-”, que también deriva del griego, significa “piel”. Por tanto, la dermocosmética hace referencia al arte de adornar la piel.
Los antiguos griegos utilizaban cosméticos para adornar sus rostros, al igual que los antiguos egipcios, que usaban sustancias para delinear sus ojos y resaltar su belleza. Pero, según varios estudios e investigaciones arqueológicas, estas no fueron las únicas civilizaciones que utilizaban productos para adornar y cuidar su piel.
El concepto de dermocosmética en sí es bastante reciente, ya que empezó a utilizarse en el siglo XX, concretamente en los años sesenta. Su origen está en el laboratorio de Pierre Fabre, el primero en reivindicar las mismas normas de fabricación que se les imponía a los productores de medicamentos. También defendió el uso de cosméticos como complemento a otros tratamientos para la piel.
Funciones de la dermofarmacia
La dermofarmacia tiene diferentes funciones, que varían dependiendo del tipo de producto y su finalidad. Pero, a grandes rasgos, los productos dermocosméticos pueden tener una función terapéutica, es decir, aquellos que sirven para mejorar la hidratación o aspecto de la piel.
Hay otros que tienen una función estética, como son las cremas hidratantes que, a su vez, aportan color a la piel (no se debe confundir, por ejemplo, con una base de maquillaje).
Finalmente, la dermocosmética también sirve para cuidar la higiene de la piel, eliminando residuos provocados por agentes externos o del propio maquillaje.
Beneficios de la dermocosmética
Los productos de dermocosmética son muy beneficiosos para el cuidado y la salud de la piel. Sirven, sobre todo, para tratar afecciones no patológicas (como los puntos negros) o para prevenir ciertos síntomas molestos, como la piel reseca o el eczema.
Así pues, la dermocosmética promueve la salud de la piel, un aspecto que ha ganado relevancia en los últimos años y por el que muchas personas siguen diariamente su rutina skincare. Además, sirve para prevenir patologías, ya que los productos que se utilizan cuentan con un gran número de estudios.
¿Qué diferencia hay entre cosmética y dermocosmética?
A grandes rasgos, se puede decir que la cosmética tiene la finalidad de embellecer la piel, siendo algunos de los productos básicos la base de maquillaje, el delineador, el pintalabios o el colorete. En cambio, la dermocosmética se emplea para prevenir y tratar afecciones no patológicas de la piel, como las arrugas, las manchas, etc.
Fisiología de la piel
La piel es el órgano más extenso del cuerpo humano y está compuesto de tres capas: epidermis, dermis e hipodermis. La piel actúa como barrera de protección ante agentes externos, como el frío, el calor, la radiación solar, así como de otros nocivos, como los microorganismos, virus, etc.
La piel también contribuye a mantener el balance hídrico del organismo y es uno de los órganos sensoriales más importantes del cuerpo, porque gracias a ella percibimos información de nuestro entorno, como la temperatura, el dolor, la presión, etc.
Debido a sus múltiples funciones, es muy importante que cuidemos nuestra piel. Ahora bien, saber qué necesita no es tarea fácil, porque existen diferentes tipos de pieles que requieren unos cuidados específicos. Estos son:
- Piel normal.
- Piel seca.
- Piel mixta.
- Piel grasa.
- Piel sensible.
- Piel atópica.
Así pues, según tu tipo de piel, deberás aplicarte una serie de productos siguiendo unos pasos u otros. Cualquier duda que tengas, no dudes en visitar a un dermatólogo para que te asesore en todo lo que necesite tu piel.
Cuidados básicos de la piel
Si bien es cierto que el asesoramiento personalizado por parte de un especialista en dermatología es clave, ya que recomendará los mejores productos para cada tipo de piel, hay una serie de factores que contribuyen en la salud de nuestra piel. Estos son:
- Protección solar. Usar protector solar diariamente es muy importante para prevenir el envejecimiento prematuro de la piel y manchas.
- Alimentación equilibrada. La dieta es la base de una buena salud, incluida la piel. Hay que comer mucha fruta y verdura, además de mantenerse hidratado constantemente.
- Limpieza diaria. Nuestra piel se expone constantemente a una serie de agentes externos, ensuciándola. Por ello, se recomienda limpiar, con un jabón acorde a nuestro tipo de piel, por la mañana al levantarse y por la noche antes de acostarse.
- Hidratación. Además de beber y consumir alimentos ricos en agua, se debe hidratar la piel desde fuera a través de dermocosméticos.
Los principios activos más beneficiosos para la piel
Los dermocosméticos están diseñados de tal manera que sus ingredientes activos penetren en las capas más profundas de la piel y mejoren las funciones de esta desde el interior. En cambio, los cosméticos están elaborados para que no alteren la función de la piel.
Si bien es cierto que los dermocosméticos no requieren de receta médica, es importante utilizarlos bajo la recomendación de un dermatólogo, ya que el tipo de piel y estilo de vida varían de una persona a otra. Por tanto, los principios activos de los dermocosméticos no actúan igual en todas las pieles.
Aun así, hay algunos principios activos que son muy beneficiosos para el cuidado y la salud de la piel. Veamos cuáles son:
Ácido glicólico
Esta sustancia contribuye a la aceleración del proceso de exfoliación de la piel, retirando las células muertas. Se aplica como tratamiento complementario en pieles acnéicas y también sirve para minimizar las manchas o los efectos del envejecimiento de la piel.
Colágeno
Esta proteína aporta firmeza, elasticidad y tersura a la piel. Con el paso de los años, su producción baja, por lo que los dermocosméticos con colágeno están diseñados para proporcionar flexibilidad a pieles envejecidas.
Recuerda que el sol daña las reservas de colágeno natural en la piel, por lo que es esencial incluir protector solar a tu rutina de cuidado facial.
Retinol
En su forma activa se conoce como vitamina A y es un gran antioxidante que se utiliza para minimizar las líneas de expresión, mejorar la apariencia de la piel seca, reduciendo la descamación y mejorando la flexibilidad de esta.
Ácido hialurónico
El ácido hialurónico mejora el aspecto de la piel seca o dañada. Este principio activo tiene la capacidad de retener el agua, por lo que es muy utilizado en cremas y tratamientos antiedad. Sirve para hidratar la piel, aportando un aspecto más suave.